Lo valió
- María LS
- 6 mar 2019
- 4 Min. de lectura
¿Qué sería mi vida sin el amor?
Yo creo que desde que nacemos estamos rodeados de este mágico sentimiento. Al menos, en lo personal me siento dichosa de que alrededor de mis 31 años en este planeta ha sido así. Pero también me he visto en situaciones en donde he brindado todo mi cariño, afecto, tiempo, anhelos, ilusiones, y sin fin de pensamientos así.
¿Quién no lo ha hecho?
Y si no has estado en esta situación, creo que aún estás a tiempo de experimentarlo.
Mis últimas relaciones han sido un tanto intensas, bueno… creo que para mí el amor es uno de los sentimientos más poderosos que en algunos casos, lejos de producir una sensación bonita, a veces ha sido todo lo contrario. Justo hoy, justo hace un año, uno de los castillos que más trabajo me había costado construir, en cuestión de segundos se derrumbó.
Tenía tiempo que no sufría tanto una ruptura amorosa. Años. No me había deprimido tanto, incluso mis papás que me habían visto en diferentes relaciones, jamás me habían encontrado tan destruida. Sé que la mayoría conoce mi lado más alegre, más vivo y feliz, pero los más cercanos a mí, descubrieron la versión más endeble de María, la etapa más triste en mis historias de amores.
Cuando alguien rompe todos tus esquemas, tus sueños y todos los planes que de alguna manera juntos habían construido, reponerte es sumamente difícil.
Recuerdo que, al principio, las noches de esa primera semana sin él me eran eternas, rezaba porque amaneciera lo más pronto posible y así intentar refugiarme en el trabajo. El primer fin de semana busqué a las 3 mujeres más importantes, a mis hermanas de vida para refugiarme y sentirme abrazada por sus palabras. Esa noche, entre mezcal y muchas risas, surgió el mágico viaje que hicimos las 4 a Bacalar para festejar el cumpleaños de una de ellas. También acordamos que ese año celebraríamos el cumpleaños de cada una en algún destino bonito. (Si, ese año fuimos a San Miguel de Allende, Tepoztlán y Tlayacapan).
Después de eso no imaginarían la cantidad de actividades random en las que me metí para no tenerlo en mente, de verdad lo último quería era pensar en respuestas o situaciones en las que había hecho algo por lo que terminó todo.
A partir de ese momento decidí salir adelante y olvidar muchas cosas, aunque el dolor siguiera latente.
Me fui solita al festival Roxy a Guadalajara (que en teoría iríamos juntos), al día siguiente corrí 10k en una carrera en ese mismo viaje (justo el día de su cumpleaños) y curiosamente quedé en 2do lugar de quienes fueron de la empresa a participar, obteniendo una remuneración económica bastante agradable.
Me inscribí a un torneo de fútbol de la empresa, cosa que en 6 años ahí jamás lo había intentado ¿y qué creen? ¡Ganamos el 1er lugar!
Mis amiguitas del trabajo me propusieron meternos a hacer telas, si sí, esas telas en las que te cuelgas, haces figuras acrobáticas, y también te das en la madre. Bueno, pues el gusto duró poco porque además de salir super adoloridas de las clases, el tiempo no me daba para continuar con esa actividad.
Sin embargo, algo que me ayudó muchísimo fue correr. Creo que eso y nadar, son mis dos únicas actividades físicas que realmente liberan cualquier pensamiento extraño. No sé, esa sensación de sentir que tú mismo eres responsable de impulsar o frenar la velocidad me es sumamente gratificante.
Recibí mi título de la Maestría en Comunicación Institucional, que fue quizás uno de los logros más importantes hasta este momento, profesionalmente hablando.
También cumplí con unos de los clichés que toda mujer hace cuando “cierra un ciclo”.
Si.
Me corté el cabello.
Curiosamente él también se quitó la barba y bigote, no sé quizás se encontraba con el mismo feeling de “dejarlo ir”.
Y es que, en esos momentos uno hace de todo para sanar. Real probé miles de tés para dormir, borré fotos, conversaciones, tiré ropa y cosas que evidentemente me recordaban a él. También le compuse varias canciones, lloré como nunca, pero la vida se empeñaba a no dejarme caer y siempre me ponía en el camino cosas para sonreír y motivarme.
Fue en mayo cuando se presentó la oportunidad de cambiar de trabajo.
Inconscientemente era lo que necesitaba para completar mi detox emocional.
Fue una de las decisiones más complicadas en mi vida porque, después de casi 6 años en ese lugar trabajando arduamente, convivir con gente increíble, aventarte un cambio así no es cosa fácil. Separarte de personas tremendamente valiosas, fue muy complejo. Pero considerando que era fundamental no seguir conviviendo en tiempo y espacio con él, acepté.
Quizás para algunos pudo haber sido un acto de cobardía, pero era tan desgastante saber que de alguna manera seguiría teniendo contacto laboralmente que preferí salir, dejar que cada uno resolviera sus problemas por aparte y empezar desde cero.
A un año de todo este hecho, puedo decir con una sonrisa natural que todo ese viaje valió la pena.
Valió la pena llorar. Valió la pena escribirle tantas cartas. Valió la pena sufrirlo. Valió la pena el cambio. Valió la pena el desvelo. Valió la pena lamentarlo. Valió la pena todo, absolutamente todo.
Hoy sé que quiero, estoy donde quiero y con quien quiero.
Tengo a los más importantes de mi lado, inclusive nuevas y amadas personas.
Experimenté en carne propia lo que es perderlo todo en segundos.
Descubrí que puedo reinventarme de formas increíbles.
Valoré mucho más a mis amigos, mi familia, mis hermanas y seres muy muy queridos.
Di mil veces gracias a Dios por tener al hombre de mi vida, Juan Demaría.
Sin duda todo, lo valió.
Como nunca, como a nadie y para siempre.
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